Ha transcurrido una década desde que el Guadalajara saboreó el éxito por última vez. Una sequía demasiado larga para un equipo que se considera grande en la Liga MX.
Ciudad de México, 10 de diciembre, (SinEmbargo/ASMéxico).- El zurdazo del “Bofo” iba cargado de gloria. Cuando estremeció las redes del Estadio Nemesio Díez, Adolfo Bautista explotó en un grito hacia el cielo. Dedicado a su madre fallecida. Y en ese mismo instante comenzó la fiesta para millones de aficionados rojiblancos. La fecha: 10 de diciembre de 2006. El marcador: 2-1 para Chivas sobre Toluca (3-2 global). La consecuencia: la undécima estrella en la historia del Rebaño Sagrado. Hace exactamente una década.
Han transcurrido ya 10 años de que el Guadalajara saboreó el éxito por última vez. Una sequía demasiado larga para un equipo que se considera grande dentro del balompié mexicano. Pero aquel domingo en Toluca no se olvida. La nación rojiblanca recuerda el décimo aniversario de esa conquista entre la nostalgia y la frustración de no ver una nueva copa en las vitrinas.
Aquel mediodía, Chivas se metió al “infierno” para llegar al paraíso. Y el camino, como era de esperarse, fue complicado. La ida había terminado 1-1. Guadalajara tuvo un titubeante arranque en la vuelta. Minuto 18. Vicente Sánchez desborda por el costado derecho, recorta, el “Maza” Francisco Javier Rodríguez no logra detenerlo. El centro es a segundo poste. El entonces novato Patricio Araujo es techado. Bruno Marioni aparece para empujar de cabeza el 1-0 de los Diablos Rojos.
Así se fueron al descanso. Quienes estuvieron ahí, aseguran que el técnico José Manuel de la Torre no habló mucho. Todos esperaban un regaño. No ocurrió. Los propios jugadores asumieron el compromiso. “Vamos, cabrones, todavía no se acaba, quedan 45 minutos y vamos a ser campeones”, gritó Oswaldo Sánchez, según relatos de sus propios compañeros.
Y la reacción llegó pronto. Tiro libre por la banda derecha. Ramón Morales tocó con esa zurda privilegiada. El “Maza” se adelantó a Paulo da Silva y saltó dentro del área. Rodríguez giró la cabeza, pero apenas rozó la redonda, que pegó en su hombro para tomar un efecto letal. Imposible para Hernán Cristante. El 1-1 del Guadalajara encendió la esperanza.
Pero las llaves para abrir la puerta al paraíso estaban en los botines de Adolfo Bautista. El 100 del Guadalajara recibió en medio campo y con una rápida media vuelta comenzó la carrera hacia el frente. Tocó largo para Alberto Medina. El “Venado” fue a fondo por el costado izquierdo. No llevaba compañía. Levantó la mirada. Objetivo localizado.
El toque fue retrasado para el “Bofo”, quien había seguido la carrera desde medio campo. En la orilla del área, todos esperaban que controlara. Todos menos él. Era el futbolista diferente. El capaz de inventarse una jugada que nadie esperaba. Lleno de confianza, dio vuelto a la pierna izquierda. Como venía. Disparo cruzado. Inalcanzable. A las redes. El 2-1 de Chivas, al ’69. El grito explotó en la nación rojiblanca.
Bautista lo celebró entre lágrimas, apuntando al cielo. Su madre había fallecido el 19 de enero de ese mismo año. Y ahora, le cumplía la promesa de meter el gol del título. Sólo 21 minutos para tocar la gloria. El silbatazo final desató una fiesta de magnitud inimaginable. El regreso del equipo a la Perla Tapatía fue apoteósico. La carretera Guadalajara-Chapala, por la que el equipo circuló al arribar al aeropuerto, lució repleta para recibir al campeón.
El equipo pasó por el centro de la ciudad. La imagen era la misma: calles llenas de aficionados extasiados. En la glorieta de La Minerva, lo mismo. Fiesta total. Los reportes de aquel tiempo aseguran que más de un millón y medio de personas salieron a las calles de Guadalajara para celebrar la undécima copa del Rebaño Sagrado. Una década ha pasado. Y aquel 10 de diciembre de 2006 no se olvida.